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¡Que alguien me explique!

Por favor gobierne, Señor Presidente

El presidente Andrés Manuel López Obrador debería tomar con la emergencia y la seriedad que lo ameritan la sublevación de cárteles en Chilpancingo

Por Ramón Alberto Garza

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El presidente Andrés Manuel López Obrador debería tomar con la emergencia y la seriedad que lo ameritan la sublevación de cárteles en Chilpancingo.

La historia no es otra que una disputa de dos grupos del crimen organizado locales. Uno -el de Los Rojos-  que pactó con la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado Pineda. Y el otro -el de Los Ardillos- que pactó con la alcaldesa de Chilpancingo, Norma Otilia Hernández. Las dos de filiación morenista.

¿Y dónde está el gobierno de la Cuarta Transformación? Haciendo de todo, menos gobernar y garantizarles a los ciudadanos de Guerrero el respeto a su vida y a sus posesiones.

El que podía meter orden, Adán Augusto López, que solía despachar como secretario de Gobernación, anda de gira “corcholatera”, buscando el voto, gastando en espectaculares, rentando aviones privados y regalando jirafas a legisladoras.

Y la nueva secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, transformada en un ectoplasma  político, en el fantasma de la 4T. No se le ve ni se le siente. Fuera de regañar a la Suprema Corte, ¿le conoce alguna otra declaración? ¿Se trasladó a Guerrero a contener la insurgencia? ¿Irá a Chiapas a impedir el relanzamiento de alguna guerrilla frente al descontrol federal de la plaza?

Pero muy poco o nada se les puede pedir, si el presidente López Obrador desdeña hablar del caso, minimiza la toma de Chilpancingo, tampoco enfrenta la realidad en Chiapas y su exhorto a los mexicanos es que se abstengan, por ahora, de viajar por tierra a Acapulco, por las molestias que les va a generar el cierre de la Autopista del Sol, por los vándalos que reclaman el control de la plaza para su cártel.

A decir por el tiempo que le dedica en las mañaneras, al inquilino de Palacio Nacional le importa poco que el país esté entrando a una peligrosa espiral de violencia sin control. Lo que sucedió en las últimas horas en Chilpancingo es apenas la mecha de lo que puede detonarse en media docena de estados, si los cárteles optan -como Los Ardillos y Los Rojos- a tomar las plazas que ya dominan para gobernarlas por encima de la autoridad legítima, que tiene la instrucción suprema de solo repartir “abrazos”, de no usar balazos.

Lo que al presidente López Obrador le importa hoy, y a eso le dedica su tiempo y su energía, es a defenestrar a Xóchitl Gálvez a quien ya mencionó en 30 ocasiones en la Mañanera de los últimos días. Esa “guerra” sí le preocupa. De hecho, es la única que le preocupa desde que ya se le apareció una candidata opositora de su calibre y él está empeñado en descalificarla.

Y más le quita el sueño todavía, porque ya se le salió de control la pasarela de las “corcholatas”, en donde la favorita Claudia Sheinbaum, guadalupana ‘ad témpore’ por obra y gracia de Jehová, va perdiendo pisada. Y una de sus potenciales rivales, Xóchitl Gálvez, está tomando alturas que jamás se imaginaron aquellos que sienten que la sucesión del 2024 ya les pertenece. Eso sí calienta al presidente.

Si el inquilino de Palacio Nacional tuviera estrategas, de los que hablan con la verdad sin cuidar las formas, buscando agradar al amo, le estarían diciendo que lo de Chilpancingo podría ser la mecha que encienda el equivalente de aquel Chiapas del arranque del año 1994. Igual que hoy, en aquel entonces, algunos de los gobernantes despreciaron el clamor de la selva, despreciaron los reclamos y el zapatismo hizo acto de presencia internacional.

Lo que pasa ahora en Guerrero y en Chiapas, y que se puede extender muy rápidamente a otras entidades donde ya manda el crimen organizado, es más complejo y más violento aún. Es el desafío abierto sobre quién manda en los territorios en donde se produce y se transita lo mismo la droga que el tráfico de migrantes.

Sólo si el presidente López Obrador toma con la seriedad debida lo que se vive hoy en el sur, y deja de hablar de sus “corcholatas” y sus opositores para dedicarle la atención urgente al drama de la inseguridad, entonces existirá una posibilidad de sofocar lo que hoy ya se anticipa como una conflagración nacional.

Por lo pronto, los “bomberos” del Instituto Nacional Electoral -aquellos que no ven que las campañas presidenciales ya están desbordadas, al margen de la Ley, los que no tienen ojos para ver los cientos de espectaculares de las “corcholatas”, ni para oír lo que prometen los precandidatos si llegan a la Presidencia-, bien harían en sacarle tarjeta amarilla al presidente, dedicado más a entrometerse en la sucesión presidencial -la de su partido y las ajenas- que en saldar cuentas con el cada vez más desafiante crimen organizado. Le están subiendo la varita y no se quiere dar cuenta.

La conseja es simple, aunque incomode: Póngase a gobernar, Señor Presidente.

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