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Slim, el chillón

Slim es el último que tiene derecho de salir a quejarse de que los cambios de tecnologías le “debilitaron” a Telmex y que se la vendieron con la herencia de una enorme antigüedad de todos sus trabajadores

Por Ramón Alberto Garza

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‘Telmex ya no es negocio. Y lo que es peor, carga en la espalda un pasivo laboral de 270 mil millones de pesos’. Ese llanto empresarial fue de Carlos Slim Helú, el hombre más rico de México y de América Latina y uno de los más acaudalados seres humanos en el planeta.

Slim es el último que tiene derecho de salir a quejarse de que los cambios de tecnologías le “debilitaron” a Telmex y que se la vendieron con la herencia de una enorme antigüedad de todos sus trabajadores.

Después de 34 años de ordeñar lo que era el monopolio de las telecomunicaciones y sacarle hasta el último peso para enriquecerse groseramente, abusando con las tarjetas prepago que les vende a los mexicanos de escasos recursos, ahora lanza sus lágrimas buscando que “lo pobreteen”. Nada de eso.

Cuando en el sexenio salinista, Slim compró Telmex, él sabía que venía con el pasivo laboral. Y entonces dijo que, aun así, era un gran negocio y que haría las reservas para cumplirle a los trabajadores. Ahora les quiere regatear lo que por Ley les corresponde. Y si por él fuera ya habría cerrado Telmex. Después de todo América Móvil -la corporación de la telefonía celular- es hoy su gallina de los huevos de oro. La separó de Telmex como estrategia financiera, fiscal y bursátil, y ahora tiene una Telmex bien perdedora y una América Móvil bien ganadora, dominando el mercado, no solo de México, sino de Latinoamérica.

En una larga conferencia de prensa en el Centro Inbursa, que tuvo lugar el pasado lunes y que se prolongó por cuatro horas -como si fuera una mañanera empresarial- Slim salió a dar una larga letanía de cómo se inició en 1955 en los negocios, a los 15 años, entregando detalles escritos que hizo en aquel entonces sobre cuáles fueron sus primeras inversiones, con las que dice que cimentó su hoy inmensa fortuna. Mentiras.

Si algo hay que reconocerle a Carlos Slim no es su talento empresarial, sino su habilidad para traficar influencias, para hacerse de concesiones públicas otorgadas por gobiernos, para seducir indecentemente y sin pudor a presidentes de México, de España y de América Latina, buscando lograr privilegios que en ninguna otra nación del planeta serían legales. Lo mismo en telecomunicaciones que en minería o energía. Todos privilegios que le otorga el Estado.

Y también es un maestro en comprar cabilderos famosos que lo ensalcen. Desde los ex presidentes Bill Clinton hasta Felipe González, pasando por el comunicador Larry King.

Si quiere conocer de verdad por qué también, en este sexenio, todo México es territorio Telcel, hay que recordar que Slim debutó con el mote de jefe de “La Mafia del Poder”. Se lo dio el mismo Andrés Manuel López Obrador en el libro que escribió en 2011.

La ilusión ante el empresariado mexicano era que en el sexenio lopezobradorista por fin cesarían los privilegios y las canonjías para Slim. Por el contrario, el empresario “detestado” se apoderó, no solo del gobierno, sino de la voluntad del presidente López Obrador. Y eso se tradujo en pingües beneficios para hacerlo todavía más rico a expensas de esos privilegios oficiales.

De acuerdo a un conteo del sitio El CEO, en el sexenio de la Cuarta Transformación, las empresas de Slim acumulan dos mil 530 contratos de obras y servicios que totalizan 61 mil millones de pesos. Ello sin contar con los privilegios de que le liquidaran los miles de millones del fallido aeropuerto de la Ciudad de México, le perdonaran el colapso de su tramo de la Línea 12 del Metro, se convirtiera en el contratista favorito del Tren Maya y que la compleja Comisión Reguladora de Energía fuera obsequiosa para abrirle todas las puertas para elevar su inversión en el mayor yacimiento petrolero del futuro, el Campo Zama.

Y como colofón, no sin razón, cuestionó el rol de los militares en México. “Están en demasiadas cosas. Es un exceso”. ¿Perdón, quién hablaba? Slim. ¿Y se refería a los militares o de a sí mismo?

Postdata.- En su nuevo libro titulado ¡Gracias!, publicado por Editorial Planeta, el presidente López Obrador dice que se enteró que en la campaña presidencial 2018 se dio una reunión a la que asistieron acaudalados empresarios. Ahí se acordó que cada uno de los asistentes aportara un millón de dólares para fustigar al candidato de Morena. Y que, en un gesto desafiante, el empresario Roberto Hernández aportó no uno, sino cinco millones de dólares. Ahí estaban Alberto Baillères; José Antonio “El Diablo” Fernández; Valentín Diez; Germán Larrea; Daniel Servitje; Claudio X. González; Eugenio Garza Herrera y Carlos Slim. ¿Quién de los asistentes le pasaría el chisme a López Obrador, como para ser incluido en el libro de la memoria presidencial? Sin duda, algún traidor.

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